Hablamos de globalización,
cuando en realidad nos asusta. Somos tan políticamente correctos que nos
creemos que hay una igualdad total entre ciudades, países y continentes, pero
entonces ¿por qué ponemos fronteras? Hay
fronteras naturales, sí, pero la humanidad es la que tiene mayor capacidad para
crear las artificiales, y así estamos al día de hoy: erradicando las xenofobias
y los racismos; y a la vez, casi cogidos de las manos, trazamos limites y
barreras, porque sabemos que cualquier cosa es útil para marcar distancias de
lo que no nos interesa. Sin ir más lejos, en EEUU, una gran potencia emergente, pretende elegir a un presidente que alcanza su popularidad sacudiendo a los
inmigrantes mandándolos en sus países de origen. En Europa no estamos tan lejos
de esta paranoia con las fronteras, dejamos entrar a nuestro parecer a todo
aquel que nos satisfaga el trabajo que nosotros, por tener que ensuciarnos las
manos, no estamos dispuestos hacer y expulsamos al resto, como si fueran
escoria. Los turistas, se salvan, aportan dinero y eso contribuye a fortalecer nuestra
economía.
Menuda hipocresía. Términos
contradictorios unidos al libre albedrío.
Lo verdaderamente preocupante, es que las fronteras sirven para reforzar los
sentimientos étnicos, ideológicos y nacionales. ¿Y bien? A su vez, la idea de integración
de este nuevo mundo, será menor. Nos hemos convertido en nuestros propios esclavos,
vivimos en una supuesta celda de oro cuyos barrotes excluyen a los otros y nos encierran
a quienes, supuestamente nos beneficiamos. Nos lo venden como a modo de
defensa, pero esta sobreprotección es más dañina e individualista que otra
cosa. No vemos más allá de nuestro territorio, las fronteras nos impiden ver qué
ocurre al otro lado, y parece ser que le queremos quitar importancia. Estamos frente
una crisis humanitaria, pero eso no sale en la prensa, o pocas veces… Mientras
que nuestro estado este “tutto benne” que unas lanchas caigan al agua, que se
produzcan guerras en Siria, Ucrania, India/Pakistán y así una larga lista de países
con frentes abiertos, no nos importa. A mi sin embargo, me resulta intrigante e inquietante que mientras se podría ir gestando una tercera guerra mundial, seguiremos bien
siguiendo deportes u otra encerrona a modo de distracción.
En suma, es curiosa la
paradoja de vivir en un mundo que a medida que la idea de globalización se
extiende las fronteras también son reforzadas.
¿A caso hay algo peor que vivir en el absurdo
moral permanente?
Att,
Ciudadana de un lugar llamado mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario