sábado, 6 de agosto de 2016

¡Basta ya de fronteras!

Hablamos de globalización, cuando en realidad nos asusta. Somos tan políticamente correctos que nos creemos que hay una igualdad total entre ciudades, países y continentes, pero entonces ¿por qué ponemos fronteras?  Hay fronteras naturales, sí, pero la humanidad es la que tiene mayor capacidad para crear las artificiales, y así estamos al día de hoy: erradicando las xenofobias y los racismos; y a la vez, casi cogidos de las manos, trazamos limites y barreras, porque sabemos que cualquier cosa es útil para marcar distancias de lo que no nos interesa. Sin ir más lejos, en EEUU, una gran potencia emergente, pretende elegir a un presidente que alcanza su popularidad sacudiendo a los inmigrantes mandándolos en sus países de origen. En Europa no estamos tan lejos de esta paranoia con las fronteras, dejamos entrar a nuestro parecer a todo aquel que nos satisfaga el trabajo que nosotros, por tener que ensuciarnos las manos, no estamos dispuestos hacer y expulsamos al resto, como si fueran escoria. Los turistas, se salvan, aportan dinero y eso contribuye a fortalecer nuestra economía.

Menuda hipocresía. Términos contradictorios unidos al libre albedrío. Lo verdaderamente preocupante, es que las fronteras sirven para reforzar los sentimientos étnicos, ideológicos y nacionales. ¿Y bien? A su vez, la idea de integración de este nuevo mundo, será menor. Nos hemos convertido en nuestros propios esclavos, vivimos en una supuesta celda de oro cuyos barrotes excluyen a los otros y nos encierran a quienes, supuestamente nos beneficiamos. Nos lo venden como a modo de defensa, pero esta sobreprotección es más dañina e individualista que otra cosa. No vemos más allá de nuestro territorio, las fronteras nos impiden ver qué ocurre al otro lado, y parece ser que le queremos quitar importancia. Estamos frente una crisis humanitaria, pero eso no sale en la prensa, o pocas veces… Mientras que nuestro estado este “tutto benne” que unas lanchas caigan al agua, que se produzcan guerras en Siria, Ucrania, India/Pakistán y así una larga lista de países con frentes abiertos, no nos importa. A mi sin embargo, me resulta intrigante e inquietante que mientras se podría ir gestando una tercera guerra mundial, seguiremos bien siguiendo deportes u otra encerrona a modo de distracción.

En suma, es curiosa la paradoja de vivir en un mundo que a medida que la idea de globalización se extiende las fronteras también son reforzadas.

¿A caso hay algo peor que vivir en el absurdo moral permanente? 

Att,

Ciudadana de un lugar llamado mundo





No hay comentarios:

Publicar un comentario